Escribir es como buscar palabras en una sopa de letras, casi
literalmente, una olla llena de letras, palabras, combinaciones diferentes,
encontrarla, elegir esa y no otra, puede ser un arduo trabajo, nunca se esta
seguro de que la decisión tomada sea la correcta, quizás porque la elección depende
de quien la realice.
Las palabras tienen vida y cobran una personalidad heredada de quien la dice o escribe, según donde éste la ubique, la contextualice.
Las palabras, como las personas inmersas en las relaciones humanas, conviven y se vinculan, formando un texto, donde cada una esta ahí, en ese lugar necesariamente. Las rimas fáciles aburren, porque las palabras que combinan y riman perfectamente suelen ser redundantes, no existe problema alguno de que estén ahí ubicadas, son predecibles, no hay elección arriesgada, es esa porque es la que tiene que ir ahí, fonéticamente hablando. En un poema, como en el amor, lo interesante y atractivo es el riesgo de elegir una entre muchas, mezcladas en una olla a punto de rebalsar de un caldo lleno de letras, que forman millares de palabras, pero uno elige esa, se queda con ella entre muchas otras, porque si bien no es una rima perfecta, es la palabra justa, que completa la frase, que la hace diferente, única. Quizás, nadie lo niega, podría haber sido reemplazada por otra, pero el sentido hubiese sido distinto, cambiaría. Es esa la palabra (persona) perfecta, la que no rima, de la que a veces dudamos en la elección, pero que no aburre, por el contrario, nos ayuda a imaginar, a volar mas allá.
Las palabras tienen vida y cobran una personalidad heredada de quien la dice o escribe, según donde éste la ubique, la contextualice.
Las palabras, como las personas inmersas en las relaciones humanas, conviven y se vinculan, formando un texto, donde cada una esta ahí, en ese lugar necesariamente. Las rimas fáciles aburren, porque las palabras que combinan y riman perfectamente suelen ser redundantes, no existe problema alguno de que estén ahí ubicadas, son predecibles, no hay elección arriesgada, es esa porque es la que tiene que ir ahí, fonéticamente hablando. En un poema, como en el amor, lo interesante y atractivo es el riesgo de elegir una entre muchas, mezcladas en una olla a punto de rebalsar de un caldo lleno de letras, que forman millares de palabras, pero uno elige esa, se queda con ella entre muchas otras, porque si bien no es una rima perfecta, es la palabra justa, que completa la frase, que la hace diferente, única. Quizás, nadie lo niega, podría haber sido reemplazada por otra, pero el sentido hubiese sido distinto, cambiaría. Es esa la palabra (persona) perfecta, la que no rima, de la que a veces dudamos en la elección, pero que no aburre, por el contrario, nos ayuda a imaginar, a volar mas allá.